EL REFORMISMO Y EL MOVIMIENTO ZONAL: Dos enemigos irreconciliables

El movimiento de las Zonas en el Perú representa una de las mejores conquistas del proletariado en los últimos años. Surgido con las jornadas de diciembre contra la ley de esclavitud juvenil, es sin duda un paso gigantesco hacia la auto-organización y auto-defensa de los trabajadores. La juventud explotada de los barrios de Lima puso en pie este movimiento porque no existía en aquel momento ninguna organización que pudiera abarcar a todos distritos movilizados ni tampoco que asumiera la dirección de sus combates contra la policía asesina del régimen. Ninguna central sindical podía encabezarlo, en primer lugar porque ellas excluyen de sus propias filas a la juventud más explotada que no tiene contrato ni puede pagar la cuota sindical (sueldo del burócrata). Peor aún, la totalidad de dirigentes sindicales, desde los más oficialistas hasta los más “independientes” son enemigos declarados del combate callejero y la auto-defensa, por el contrario, todos predican el respeto y temor supersticioso a la legalidad burguesa, llamando “hermano trabajador” a los perros uniformados del Estado. ¿Cómo podía entonces la juventud combativa ponerse detrás de sus banderas? Tampoco podía sentirse representada en la multitud de frentes, comités y colectivos que tienen con distintos matices la misma política legalista y pacifista o “por el contrario” están presos del sectarismo y confusionismo más impotente. La juventud se vio obligada entonces a crear nuevos organismos.
Como bien sabemos, esta identificación entre los métodos de los sindicatos y de los colectivos no es mera casualidad, la razón es muy simple: todos están dirigidos por los mismos partidos. Se trata de viejas corrientes internacionales de la izquierda: la socialdemocracia, el estalinismo castrista o maoísta y el seudo-trotskismo. Como corriente clásica del sectarismo tenemos por supuesto al anarquismo. De esta forma se completa el cuadro que explica la traición y la tragedia de la revolución peruana y latinoamericana. Ninguna de estas corrientes llamó a poner en pie las Zonas, es más, vienen desde entonces conspirando para contenerlas, burocratizarlas y finalmente disolverlas. Y es que a diferencia de los sindicatos, las Zonas nacieron como organismo natural de los jóvenes sin contrato, de los despedidos, de los desocupados, de los universitarios sin futuro, de los comerciantes quebrados, de todos esos a los que la burocracia sindical siempre ha excluido y despreciado. Es por eso que no basta con burocratizarlas, el reformismo necesita disolverlas y enterrar su nombre. En el camino intentan usarlas como tribuna para su campaña electoral por la paz social pero sin mucho éxito. El boicot de estos partidos a la última marcha por Tambo en Lima (2 julio) es prueba de que justamente su objetivo es disolver el movimiento zonal.
El desprecio que expide el reformismo por la juventud desocupada es mucho mayor cuando se trata de los campesinos pobres de la sierra y selva del país. ¿Qué prueba más fehaciente de esto puede haber que hacer campaña electoral de la mano de Yehude Simon, el verdugo de Bagua? No nos sorprende entonces que no solo hayan repudiado y abandonado en las cárceles a los piquetes de autodefensa del pueblo arequipeño, los Espartambos, sino que además hayan condenado la jornada del 28 de mayo, cuando los Espartambos marcharon también en Lima por iniciativa de las bases de la Zona 4 ahora marginadas por su propia dirección. Es después de esto y de las calumnias lanzadas por la prensa minera que el reformismo comenzó su campaña de persecución policiaca y burocratización de las zonas. “Empadronamiento”, “asambleas a puerta cerrada”, acusar a todo opositor de “infiltrado” y expulsarlo, estos son pues los conocidos métodos que utiliza la burocracia sindical para aplastar cualquier crítica y es que, repetimos, se trata de los mismos partidos que dirigen la CGTP y la CUT: PC-Unidad, PC-Patria Roja, IE, PU, PS, etc., organizaciones vinculadas al castrismo y la socialdemocracia.
Sin embargo, el seudo-trotskismo también está cumpliendo su rol. Uníos (UIT-CI) por ejemplo, no solo participa del frente popular con Simon, sino que en consecuencia tiene una conducta completamente pasiva y cómplice frente a esta cobarde campaña de persecución. El PST (LIT-CI) no interviene en las Zonas pero influye en la llamada “Red Solidaria de Trabajadores” cuyo padrino político fue justamente Simon (Foro de denuncias, 13 de Noviembre 2014). Hasta ahora solo contamos con la firma de una trabajadora de Relima, mientras que la dirección de Celima y los otros sindicatos de la Red siguen sin responder a nuestro llamado de solidaridad contra la persecución burocrática del estalinismo. La “Lucha Continúa” y su aparato estudiantil (COEN), jefes de campaña del humalista reciclado Rimarachín, pretende ubicarse al centro del conflicto, con una postura vacilante dentro de los que se oponen formalmente a la burocratización de las zonas. Su alianza electoral con la burguesía agraria de “Tierra y Libertad” y la humalista reciclada del Cusco solo busca sembrar falsas ilusiones democráticas como lo hicieron cuando eran partidarios de Ollanta Humala. Sería en vano buscar en sus escritos alguna justificación seria de su política. El pensamiento de estas personas es demasiado perezoso para abandonar el marxismo: simplemente lo prostituyen.
El maoísmo tampoco puede ofrecer ninguna alternativa. Como corriente del estalinismo es un enemigo jurado de la democracia obrera y de la independencia política del proletariado bajo su conocida consigna de “bloque de las cuatro clases” (obreros, estudiantes, campesinos y los mitológicos “burgueses patriotas”). Su pedido de liberación de Fujimori y Montesinos en nombre de la “reconciliación nacional” desnuda el carácter reaccionario de esta corriente (por lo menos de su ala derecha). Finalmente tenemos en el anarquismo, el fiel representante de todo el confusionismo y cobardía sectaria de la clase media radicalizada. Sus organizaciones hace tiempo que abandonaron el movimiento zonal con el fin de librarse de toda responsabilidad y control de las bases frente a sus caprichos y aventuras. Su objetivo no es ponerse a la cabeza de un poderoso movimiento de masas que derrote y desarme a la policía; chocar con ella deportivamente parece bastarles aunque siempre terminen derrotados física y políticamente. Los revolucionarios por el contrario no buscamos encender fuegos de artificio ni demostrar a nadie nuestra osadía, simplemente queremos el triunfo de nuestra clase sobre la base de la única estrategia que ha demostrado ser útil para derrocar a la burguesía: el marxismo revolucionario de Lenin y Trotsky. Anarquismo y oportunismo son finalmente las dos caras de una misma clase social.
En el plano internacional, la socialdemocracia y el estalinismo sostuvieron la restauración del capitalismo en Rusia y China como ahora la justifican para Cuba. ¿De qué socialismo habla esta gente entonces? Es más, ni siquiera podemos llamarlos verdaderos demócratas como fueron los jacobinos para la revolución francesa. ¿Ruptura con el imperialismo?, ¿expropiación sin pago de las transnacionales?, ¿desconocimiento del TLC-USA y la deuda externa? Nada que ver. Su programa más radicalizado llega al nivel de las nacionalizaciones burguesas propuestas originalmente por Humala, es decir, el fraude de los gobiernos bolivarianos que rematan el continente a Wall Street mientras hablan de “indigenismo”, “ecologismo” y “revolución ciudadana” y de conciencias. Es por eso que en sus manos la Asamblea Constituyente es una trampa como la que organizó la dictadura de Morales Bermúdez y no una consigna táctica de transición. La revolución latinoamericana del siglo XXI (Ecuador, Argentina, Venezuela y Bolivia) ha demostrado que sobran condiciones para el triunfo de la dictadura del proletariado y el socialismo, ha sido el reformismo su principal obstáculo. En Perú el ritmo de este proceso ha sido más lento pero los traidores han jugado también su rol impidiendo que los trabajadores asuman un verdadero programa anti-imperialista, que pongan en pie sus comités de autodefensa y sobre todo sus organismos de doble poder (soviets). Las Zonas representan su forma inicial y es por esta razón que el reformismo ha concentrado allí sus fuerzas para burocratizarlas y disolverlas. Los revolucionarios, por el contrario, tenemos la tarea de defenderlas y hacerlas avanzar. El reformismo y el movimiento zonal son definitivamente dos enemigos irreconciliables.