parlamento peruano

¿Con dos cámaras el Congreso será mejor o estamos bien con solo una? ¿Y si fueran tres, cuatro o cinco cámaras? Así de estúpidas son las preguntas que los medios burgueses están haciendo en las últimas semanas a propósito del retorno a la bicameralidad (diputados y senadores) impuesta por el Congreso de la constitución fujimorista. ¿Qué importancia puede tener el número de cámaras parlamentarias en un Estado podrido de raíz?

Algunos dicen que con la cámara de senadores se podrán discutir más las leyes evitando su promulgación exprés, como si el problema fuera el tiempo y no los negociados que los congresistas ya han pactado con los grandes empresarios a costa del pueblo pobre y el erario nacional. Otros dicen que la bicameralidad funciona si se le exige al senador demostrar un elevado estatus académico y moral, sin embargo, ¿alguien puede encontrar gente así en las tiendas políticas de la burguesía peruana? Del “gabinete de lujo” de PPKeiko se dijo lo mismo, que se trataba de cuadros honrados, con posgrados en las mejores universidades del mundo, y terminó siendo la tapadera de un gobierno embarrado con los Panamá Papers, el caso Lava Jato y el indulto al genocida Fujimori. Aquí el tema no es si el político es inteligente o si aun no se le descubre delito alguno, aquí los trabajadores del campo y la ciudad deben preguntarse: ¿ese diputado, ese senador, ese candidato, a qué clase social pertenece y sirve?

La respuesta a esa pregunta los llevará a reconocer que si el Congreso apesta es justamente porque está lleno de empresarios, de parásitos que viven del trabajo ajeno y que dicen que merecen toda esa riqueza, todo ese exceso, toda esa plusvalía, porque se “arriesgaron” a invertir sus ahorros para dar empleo, cuando el que arriesga hasta su vida trabajando es el obrero, recibiendo un salario que no le alcanza para ahorrar ni para comer, entregando toda su vida a un empleo que en realidad es una esclavitud, una esclavitud asalariada. Estos empresarios que lucran con la educación, la salud, y la alimentación del pueblo pobre, son los que dirigen la política del país desde el Congreso, el Gobierno y las Fuerzas Armadas, para su exclusivo beneficio. Allí están los Acuña, los Luna Gálvez, pero también los empresarios dinámicos de Perú Libre. Es evidente, entonces, que los partidos políticos que infestan el Congreso peruano pertenecen y sirven a la élite capitalista nacional y extranjera que domina el país. Todo lo demás es puro verso.

Algunos reformistas nos corregirán seguramente, argumentando que todo esto es cierto pero que debemos tener en cuenta también las demandas concretas del pueblo, su deseo de reformas. ¿Pero acaso no sabe esta gente que la cámara de senadores es lo más reaccionario que puede existir? Históricamente los senadores representaron a la nobleza feudal que pactó su coexistencia con la cámara de los “comunes”, es decir, de la burguesía cuando esta era semirrevolucionaria. Hoy solo sirve principalmente de refugio para conservadores y antisocialistas rabiosos, siempre bajo la premisa elitista de que cuentan con supuestas competencias frente a diputados más jóvenes o sin título profesional. Esto no supone, evidentemente, una reivindicación del parlamento unicameral, que como ya dijimos tampoco ha representado un antídoto contra la corrupción y pobreza que envenena el país.

Así, los obreros no se deben distraer discutiendo si una o dos cámaras en el Congreso cambiarán las cosas. Aquí el verdadero cambio empieza con el desmantelamiento de la maquinaria estatal de la burguesía, y la destrucción progresiva del capitalismo, en Perú, América Latina y todo el mundo. Ahora bien, esto tampoco significa que no tengamos en cuenta las demandas democráticas de la población, pero en todo caso, si se van a plantear consignas democrático-burguesas, que estas sean las de la Revolución Francesa, no las consignas de la reforma demagógica de Vizcarra, hoy procesado por corrupción. Hoy que es el fujimorismo quien ha impuesto esta reforma a la medida de sus intereses, queda claro su carácter reaccionario que en su momento aplaudieron los falsos socialistas del PS y de la dirigencia sindical estalinista de la CGTP.

Así, la principal consigna democrática que tácticamente se debe levantar es la de la Asamblea Constituyente, pero no la que quería organizar Castillo con generales fantasma, sino la que debe conquistar el pueblo pobre desde su propio gobierno, apoyado en sus propias organizaciones de lucha, encabezado por la única clase revolucionaria consecuente: el proletariado. Es con la revolución socialista que se podrá enterrar de una vez y para siempre al Congreso patronal de ratas y a todo el Estado burgués, revolución que para vencer debe ser continental, mundial, o degenerará y perecerá como ya sucedió con la URSS estalinista.

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