¿ADELANTO DE ELECCIONES O RESTITUCIÓN DE CASTILLO?

El Gobierno de Boluarte, de la mano del Ejército, no ha dejado de reprimir la movilización revolucionaria de las masas explotadas del campo peruano, produciendo ya más de 20 muertos y cientos de heridos de gravedad. Peor aún, este intempestivo gobierno cuasimilitar ha decretado el Estado de Sitio nacional, toques de queda, la intervención de locales sindicales y la resurrección del fuero militar montesinista, medidas dictatoriales que se apoyan en el actual régimen presidencialista por un lado, y en el régimen de cuarentena por otro, regímenes que el reformismo ha venido sosteniendo directa o indirectamente, con el fin de subordinar a las masas al Estado patronal, dividiendo sus filas con consignas contrarrevolucionarias.
UNA CONSIGNA NEGATIVA, DOS POSITIVAS
Si bien el Gobierno de Castillo ya había perdido gran parte de su popularidad debido a su giro inmediato a la derecha desde que asumió la Presidencia en julio del año pasado, hoy una parte importante de la masa movilizada pide su liberación y restitución en el Poder, avalando el cierre del Congreso que efectuó únicamente para evitar su vacancia por corrupción. Y es que, frente a un Congreso patronal dominado por la derecha proimperialista, el Gobierno de Castillo con todas sus promesas, desilusiones y corruptelas, aparece como un supuesto “mal menor” para la pequeña burguesía pobre, sobre todo la del centro y sur del país que, a pesar de la dura represión, aún sigue en pie de lucha.
Estas ilusiones persistentes en Castillo, ya no las tenían los obreros agrícolas de Ica cuando iniciaron esta revolución, no pidiendo el regreso de Castillo, sino que se vayan todos y nuevas elecciones. Ciertamente, aún hay sectores movilizados con estas consignas, pero su número ha disminuido, y las movilizaciones en los departamentos agroindustriales de Ica y La Libertad se han abandonado, en parte por la represión militar-policial, en parte por la promesa de nuevas elecciones. Otra es la situación de las masas que apoyan a Castillo, ya que estas no piden nuevas elecciones, sino su restitución en la presidencia asumiendo todos los poderes como el exrondero había decretado el 7 de diciembre, cerrando el Congreso y prometiendo la convocatoria de una Asamblea Constituyente.
Sin embargo, a pesar de estas diferencias, en su conjunto toda la masa movilizada tiene una clara consigna común: derrocar al Gobierno asesino de Boluarte y su Congreso patronal. Esta consigna “negativa”, es decir, de negación del poder político de la burguesía, tiene un evidente carácter revolucionario. Y esto es así no solo por su naturaleza política, sino por las demandas económicas de fondo que la motivan: reforma agraria, expropiación de las grandes mineras, etc. Esta es pues la diferencia esencial entre esta lucha y las movilizaciones contra el Congreso de Merino del año 2020, que no presentó ninguna demanda económica progresiva y solo movilizó a la pequeña burguesía de las ciudades costeras, sobre todo de la capital, masa reaccionaria que hoy se encuentra encerrada en su casa respaldando activa o pasivamente la masacre de campesinos pobres de provincia.
Las consignas “negativas” de la lucha actual son, por tanto, revolucionarias por todas estas razones. Sin embargo, sus consignas “positivas”, es decir, sus propuestas políticas influenciadas por sus direcciones reformistas, no tienen este mismo carácter. Tanto los que piden el regreso de Castillo como los que plantean nuevas elecciones, están defendiendo la existencia de la Presidencia de la República, un organismo que como bien dijo Trotsky, solo sirve como “oculto punto de concentración para las fuerzas del militarismo y la reacción” y que es la columna vertebral del régimen presidencialista latinoamericano, régimen de por sí dictatorial, bonapartista, donde el parlamento cumple una función casi decorativa.
UNA DICTADURA PRESIDENCIALISTA
El hecho que el partido de Keiko Fujimori venga dominando el parlamento en los últimos años y desde allí haya buscado acceder al poder ejecutivo por medio de la vacancia presidencial, no significa que ya no estemos bajo un régimen presidencialista. Al contrario, ahora vemos como los partidos patronales sostienen la presidencia cuasimilitar de Boluarte porque hoy les sirve a sus intereses. Como ya hemos explicado antes, la vacancia presidencial a manos del parlamento no supone la sustitución de la dictadura presidencial por la democracia parlamentaria al estilo europeo, donde es el parlamento el que forma el gobierno. Se trata únicamente de un mecanismo circunstancial usado por las bancadas parlamentarias de partidos que perdieron las elecciones presidenciales, mecanismo que abandonarán una vez accedan al poder ejecutivo, ya que finalmente, es el presidencialismo y no el parlamentarismo lo que les toca a países atrasados como Perú, dominados por el imperialismo.
La vacancia presidencial tampoco supone un “Golpe Parlamentario” como vienen repitiendo la burguesía bolivariana y sus lacayos pequeñoburgueses. El único “Golpe de Estado” que conoce la Historia, es precisamente el cierre del Parlamento a manos de las Fuerzas Armadas, con o sin el apoyo del presidente de turno, como sucedió con Fujimori en 1992, o con Odría en 1948, respectivamente. Así el cierre del Congreso a manos del empresario Vizcarra fue también un “Autogolpe” bonapartista, así sea constitucional y lo haya apoyado el reformismo con la excusa de “golpear juntos al Congreso corrupto”. El mismo carácter reaccionario tuvo el fallido Autogolpe de Castillo que curiosamente Perú Libre no apoyó inicialmente.
No se puede entonces plantear el regreso de Castillo al poder como resultado de la derrota de un supuesto “Golpe Parlamentario” efectuado por la derecha proimperialista. Aquí no corresponde ninguna defensa de libertades democráticas supuestamente liquidadas con la vacancia presidencial. Al contrario, el cierre del Congreso es el que les quita a dirigentes obreros la posibilidad de usar la tribuna parlamentaria para denunciar a la burguesía, algo que ocurrió justamente con Fernández Chacón de la UIT-CI, que por vacar a Vizcarra terminó siendo denunciando por la “revolución del bicentenario” como parte del Congreso corrupto que debía ser cerrado. No todo ataque al parlamento es, por tanto, progresivo como predica el reformismo. Contra el Congreso se han levantado generales, fascistas y también “jefes de Estado” votados en elecciones presidenciales.
Un cierre progresivo del Congreso patronal solo lo pueden efectuar las masas revolucionarias de obreros y campesinos: cualquier apoyo político o “táctico” a un gobierno burgués para que lo cierre es un evidente acto contrarrevolucionario. No solo porque subordina a las masas a una de las instituciones políticas de la burguesía, sino a la más antidemocrática de todas después del Ejército y el Poder Judicial. En este sentido, lo planteado por Trotsky para la Francia revolucionaria de los años 30, calza perfectamente para el Perú hoy:
“¡Abajo la presidencia de la República, que sirve como oculto punto de concentración para las fuerzas del militarismo y la reacción! Una asamblea única debe combinar los poderes legislativos y ejecutivo. Sus miembros serian elegidos por dos años, mediante sufragio universal de todos los mayores de dieciocho años, sin discriminaciones de sexo o de nacionalidad. Los diputados serían electos sobre la base de las asambleas locales, constantemente revocables por sus constituyentes y recibirían el salario de un obrero especializado. Esta es la única medida capaz de llevar a las masas hacia adelante en vez de hacerlas retroceder. Una democracia más generosa facilitaría la lucha por el poder obrero”.
UNA FALSA ASAMBLEA CONSTITUYENTE
Es por todas estas razones que los verdaderos trotskistas tampoco apoyamos la consigna de adelanto de elecciones. Cuando el reformismo respalda esta consigna supuestamente democrática y al mismo tiempo plantea Asamblea Constituyente, está claro que pretende reducir esta Asamblea a una sola función legislativa, la redacción de una nueva Constitución, mientras deja el poder ejecutivo en manos de la burguesía, como sucedió en Perú con el militar Morales Bermúdez, o recientemente en Chile con el empresario Piñera. Y es que para el reformismo se trata de desviar la lucha de las masas hacia la trampa electoral, no de abrir el camino al poder del proletariado, que es la única clase que podría convocar una verdadera Asamblea Constituyente, que combine funciones legislativas y ejecutivas, como concesión táctica para consolidar su alianza con la pequeña burguesía pobre del campo y la ciudad.
Y es que la Constituyente no es un objetivo estratégico para la liberación del proletariado, sino una consigna táctica, condicional, circunstancial. Por esta razón los bolcheviques la convocaron y luego la disolvieron, tomando ambas medidas en interés de la consolidación del poder obrero. Lo que aquí estamos explicando es que, a diferencia de la consigna democrática-burguesa de Asamblea Constituyente, las consignas de cierre presidencial del Congreso o adelanto de elecciones, son siempre consignas burguesas antidemocráticas que solo los lacayos de la burguesía pueden levantar. Debemos, por tanto, saber distinguir las consignas revolucionarias que las masas han impuesto a sus direcciones conciliadoras, de las consignas reaccionarias que estas direcciones traidoras les han impuesto a las masas, por la fuerza o el engaño.
Lo trágico del asunto es que las consignas políticas del reformismo no solo están subordinando a los obreros y campesinos al Estado burgués, sino que también han roto su alianza revolucionaria: unos piden nuevas elecciones, los otros que regrese Castillo. Lo cierto es que los obreros no le deben nada a Castillo, este ha gobernado para la CONFIEP, liberando de impuestos a grandes empresas y dejando intacto el régimen laboral fujimorista. Por los campesinos tampoco ha hecho nada, incluso les metió bala en Loreto y Las Bambas, no obstante, muchos campesinos aún se identifican con el exrondero chotano, aún tienen la esperanza que cumpla con su promesa de reforma agraria o, en todo caso, creen que es un mal menor frente a un Congreso corrupto y prominero. Esta fractura entre obreros y campesinos ha producido situaciones lamentables, como el incendio de la empresa agroindustrial DANPER en Arequipa, acción desesperada que se hubiera evitado si los dirigentes obreros hubieran llamado a respaldar la lucha campesina, tomando y expropiando las fábricas para ponerlas al servicio del pueblo pobre.
El apoyo de los campesinos al caudillo burgués de turno, no debe causar sorpresa. La pequeña burguesía, por su heterogeneidad y situación intermedia, no puede tener una política independiente, siempre buscará una jefatura que oriente su lucha, oscilando entre seguir a la burguesía o al proletariado, las dos clases fundamentales de la sociedad actual. Para acabar con sus falsas ilusiones en Castillo, el proletariado debe justamente erguirse como caudillo político de todas las masas explotadas, levantando la bandera de Asamblea Constituyente para imponer con su apoyo su dictadura revolucionaria sobre la burguesía. Para lograr esto, debe avanzar en poner en pie sus propios organismos de lucha, para que estos se desarrollen hasta convertirse en verdaderos órganos de la dictadura del proletariado, es decir, en soviets.
¡QUE VUELVAN LAS ZONAS!
Los campesinos pobres están levantando sus tradicionales Comités de Lucha, pero es el proletariado urbano el que debe movilizarse reconstituyendo organismos de deliberación y combate como las Zonas, que la juventud explotada de Lima inventó a fines del 2014 para contraponerlos a los sindicatos burocratizados que buscaban contener su lucha. No debe sorprendernos, entonces, que no solo la podrida dirección estalinista de la CGTP sino también organizaciones supuestamente trotskistas no mencionen ni de pasada estos organismos cuasisoviéticos creados por las masas obreras de la capital. Incluso algunos, los más imbéciles, llegan a proponer un gobierno de la CGTP, como si los sindicatos del PC, estatizados y reducidos al 5 % de PEA, fueran de por sí organismos revolucionarios como los de la Central Obrera Boliviana del 52, todo con el fin obvio de impedir la emergencia de verdaderos soviets.
Esto no significa, evidentemente, que no planteemos una táctica de denuncia-exigencia a los dirigentes obreros para que rompan con la burguesía, incluso en una central tan estatizada como la CGTP, en la medida que movilicen a una fracción de las masas obreras, rechazando una política de denuncia-expulsión de dirigentes prematura. No obstante, debe quedar claro, que la lucha por los soviets no se puede limitar a estos viejos aparatos controlados por el reformismo, por el contrario, se debe confiar siempre en la creatividad revolucionaria de las masas.
La centralización de las Zonas, Comités de Lucha, de Autodefensa y de soldados rasos en un gran Congreso de Todos los Explotados, crearía las condiciones para lanzar la consigna revolucionaria que llevó al poder a los bolcheviques ¡Todo el poder a los soviets! Efectivamente, debido al ritmo lento de la revolución peruana y latinoamericana, lo que está a la orden del día hoy es, como planteó Trotsky, la lucha intermedia por la formación de organismos de masas independientes y armados que en su desarrollo revolucionario se transformen en verdaderos órganos de poder, es decir, en soviets que reúnan a todos los explotados bajo la dirección del proletariado.
Pero para que el proletariado se gane a la pequeña burguesía pobre del campo y la ciudad, debe levantar sus más sentidas demandas, como la confiscación de tierras, el cierre de proyectos mineros contaminantes, la nacionalización sin pago de recursos naturales, el desconocimiento de acuerdos antinacionales como el TLC o la deuda externa, y la expulsión de las bases militares extranjeras, etc. Se debe plantear también el derecho a la autodeterminación de las minorías nacionales como la quechua y aimara, que se asientan justamente en las provincias que hoy se han insurreccionado. En apoyo de los mineros artesanales pobres que también se están movilizando se debe plantear la estatización sin pago de las grandes mineras y de la gran banca, para garantizar crédito barato impulsando la formación de cooperativas. Para los estudiantes pobres se debe plantear la liquidación de las universidades-empresa y de la SUNEDU, ese engendro interventor al servicio del lucro con la educación.
La lucha por los soviets no es una tarea menor, como creen los anarquistas. Contra la emergencia de los soviets conspira permanentemente la burocracia sindical y los líderes reformistas del campesinado, y hasta esos mismos anarcoreformistas. Evidentemente, no somos fetichistas: si las Zonas no emergen y las masas obreras transforman sus sindicatos en organismos armados revolucionarios, la dictadura del proletariado se apoyará en ellos necesariamente. Los bolcheviques también discutieron la posibilidad de apoyarse en los comités de fábricas que dirigían y no en los soviets secuestrados por los mencheviques. Y es que finalmente el criterio fundamental para orientar la toma del poder es justamente la influencia de masas que tenga el partido, es decir, la vanguardia del proletariado que consciente y firmemente apunta hacia el poder socialista.
Debemos entonces seguir luchando día a día para poner en pie un verdadero partido obrero revolucionario en Perú, y también para conquistar la refundación de la Cuarta Internacional, porque como sabemos el socialismo no puede triunfar en un solo país. El camino es largo y espinoso, pero a nuestro favor está las nuevas luchas del proletariado, como la que se desarrolla hoy en China contra la cuarentena militar del hambre, cuarentena que directa o indirectamente fue respaldada por el 99 % de las direcciones del proletariado mundial. Sin derrotar a estas direcciones traidoras la victoria del socialismo es imposible. Como ya había dicho Trotsky y hoy se ve más claro aún: la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria del proletariado.