A PROPÓSITO DE LA MUERTE DE ABIMAEL

El fallecimiento de Abimael Guzmán ha puesto nuevamente en primer plano, la cuestión de la guerra civil y el terrorismo que se desarrollaron en Perú durante los años 80 y 90 del siglo pasado. En general se puede afirmar que todos los partidos y tendencias políticas han tomado posición o están obligados a tomarla en relación a este tema, y no es para menos, ya que toca directamente la esencia de la cuestión política: el Estado.
En primer lugar, es fundamental enfocar esta cuestión no de forma estrecha, nacional, sino desde un punto de vista internacional e internacionalista. En segundo lugar, es necesario romper con las dicotomías y simplificaciones impuestas por el statu quo mediático y plantear este problema con todas sus dimensiones y contradicciones.
Evidentemente la violencia, la guerra y el terrorismo no fueron inventados en Perú en la década de los 80. Antes de Sendero, millones de jóvenes conscriptos fueron envenenados con armas químicas en una guerra mundial. Antes de Sendero, el Ejército Blanco torturó y ejecutó presos políticos para restaurar la monarquía zarista en Rusia, siendo vencido finalmente por un ejército de obreros y campesinos hambrientos. Antes de Sendero, el continente americano vio a los campesinos mexicanos levantarse en armas, y a los nicaragüenses resistir la invasión de tropas estadounidenses. Antes de Sendero, Francia aterrorizaba a sus súbditos árabes con las cabezas decapitadas de sus líderes nacionales. Antes de Sendero, hubo una guerra civil en España y otra en Palestina. Antes de Sendero, hubo un holocausto anticomunista en Alemania y campos de concentración en EEUU. Antes de Sendero, fueron arrojadas sobre civiles dos bombas atómicas en otra guerra mundial. Antes de Sendero, hubo una guerra de Corea y una guerra de Vietnam. Antes de Sendero, hubo una revolución china y una revolución cubana. Antes de Sendero, se llenó de cadáveres el Estado Nacional de Chile y los militares argentinos se dedicaban al comercio de niños huérfanos. Este era el mundo, antes de Sendero.
¿Y cómo era Perú? Este pobre país de América del Sur no podía estar al margen de esta cruda realidad mundial. Antes de Sendero, también hubo en Perú violencia, guerra y terror. ¿No fue bombardeado Trujillo con aviación yanqui y fusilados humildes obreros cañeros en 1932? ¿No hubo una insurrección popular en Arequipa contra Odría? ¿No se armaron los campesinos del sur contra los gamonales? ¿No fueron masacrados estudiantes ayacuchanos en 1969? ¿No es toda la historia del Perú, antes de Sendero, un ciclo interminable de crisis políticas, golpes militares y levantamientos revolucionarios?
Sendero no inventó la violencia política, al contrario, se podría decir que la violencia política fue la que inventó a Sendero.
Sendero Luminoso fue fundado por Abimael Guzmán en la década de los 70, como resultado del fraccionamiento de la organización maoísta Bandera Roja, que provenía a su vez de una escisión al interior del “Partido Comunista Peruano”, organización estalinista que permaneció alineada a la burocracia contrarrevolucionaria de Moscú. Ambas escisiones nacionales fueron parte de escisiones a nivel internacional.
En primer lugar, está la ruptura de Mao con Moscú, con la finalidad de orientar a China hacia la restauración del capitalismo a un ritmo distinto al de la burocracia rusa. Para justificar esto acusó a Moscú de pacifismo y conciliación, aunque después el propio Mao apoyara la “vía pacífica al socialismo” en Indonesia y la coexistencia pacífica con EEUU, al punto de seguir comerciando con Chile después del golpe de Pinochet. A pesar de esto, una nueva tendencia estalinista había surgido, con una violenta fraseología revolucionaria, pero bajo la misma estrategia moscovita de formar Frentes Populares con la mitológica “burguesía progresista”. De esta tendencia internacional surge Bandera Roja en 1964.
Sin embargo, solo algunos años después, Bandera Roja se rompería también, propiciando la formación de Patria Roja y también de Sendero Luminoso, en un contexto mundial de luchas revolucionarias, pero especialmente influidos por la “revolución cultural china”, etiqueta con la que Mao intentó contener las protestas en contra de los privilegios de su burocracia estatal. Con la muerte de Mao, el encarcelamiento de su viuda, y el ascenso del liberal Deng Xiaoping, la confusión y fraccionamiento al interior del maoísmo se agudizó.
El golpe militar de Velasco de 1968, también fue un factor clave en las rupturas producidas al interior del movimiento maoísta. Para Sendero era evidente que el momento de la lucha armada había llegado y que esta debería comenzar en el campo, como predica el maoísmo. Sin embargo, la movilización revolucionaria de los obreros de la ciudad provocó un cambio radical de la situación política, forzando a los militares a convocar una Asamblea Constituyente que terminó restableciendo elecciones “democráticas” en 1980. Justamente, Sendero se da a conocer por su boicot a estas elecciones, mientras otras organizaciones maoístas, castristas e incluso “trotskistas” participaban de ellas.
Sendero es, entonces, un producto del terrorismo de Estado de la década de los 70, pero también de la desesperación política generada por la restauración del capitalismo en China y la bancarrota mundial del maoísmo. Abimael fue el típico pequeñoburgués provinciano que permanece pasivo cuando los obreros se radicalizan, pero se desespera y radicaliza cuando estos mismos obreros se desvían hacia las urnas por culpa de sus direcciones reformistas. Es lógico, además, que cuando esta desesperación se estrella con los muros de su propia impotencia, se retorne a la postración y capitulación más miserable.
En los métodos terroristas de Sendero, y también de los guevaristas del MRTA, se observa el mismo origen de clase: una minoría pequeñoburguesa desesperada por “hacer” la revolución en momentos en que las masas retroceden engañadas por una mayoría pequeñoburguesa pacifista y electorera. Generalmente, las capas inferiores de la clase media son las que tienden a desarrollar estas tendencias anarquistas y aventureras, mientras que sus capas superiores tienden a la conciliación pacífica de clases. La peculiaridad de este aventurerismo ochentero es que se desarrolló no en un reflujo permanente de las masas, sino en una situación muy inestable, marcada en América Latina por la revolución nicaragüense, la guerra de Las Malvinas y la crisis de la deuda externa.
Así, Sendero no solo logró arrancar jóvenes militantes a los partidos electoreros, sino también ganar la neutralidad o incluso simpatía de comunidades campesinas del centro y sur del país, en un contexto de constantes huelgas y movilizaciones de los explotados de la ciudad. Fue principalmente esto lo que sostuvo a Sendero por tantos años, hasta que finalmente se impuso un reflujo en la lucha más largo y profundo como resultado directo de la restauración capitalista en los antiguos Estados Obreros burocratizados y la ofensiva anticomunista de la burguesía en todo el mundo y particularmente en Perú donde, en coordinación con la embajada de los EEUU, se produjo el sangriento golpe fuji-montesinista de 1992.
Lo lógico hubiera sido ordenar el retroceso táctico, sin embargo, la desesperación y estrechez nacional de Abimael lo empujó a pasar a la ofensiva sobre la capital, lo que terminó con su captura y reclusión, no tanto por la habilidad de los policías del GEIN sino por su propia estupidez estalinista. Lo que siguió después era esperable: Abimael firmó un vergonzoso acuerdo de paz, dedicándose sus últimos años a pedir un indulto general, también para Fujimori y Montesinos, bajo la política de “reconciliación nacional” de clases, impulsada a través del MOVADEF.
De esta forma el estalinismo mostró nuevamente su naturaleza contrarrevolucionaria, tanto en su etapa electorera como anarquista, ya que no debemos olvidar que la “guerra popular” que impulsó Sendero no fue para destruir el Estado burgués y el capitalismo, sino para reformarlo, bajo su estrategia de revolución por etapas. Por esta razón, incluso si hubiera llegado a derrotar al ejército burgués peruano, habría finalmente entregado las armas, como hicieron sus seguidores de Nepal luego de derrocar la monarquía y pactar con los partidos de la burguesía “democrática”. Esta es la principal acusación que los verdaderos trotskistas debemos hacerle a Sendero: defender esencialmente el mismo programa reformista de Izquierda Unida. La cuestión de sus métodos es secundaria, ya que lo esencial en política no son los medios sino los fines.
En este sentido, debemos deslindar tajantemente no solo con los herederos de Izquierda Unida, que sostuvo directa o indirectamente el terrorismo del Estado contra Sendero y el MRTA, sino también con organizaciones supuestamente trotskistas que más allá de las frases, oponen al terrorismo estalinista, los mismos métodos pacifistas del reformismo electorero. Debemos, entonces, rescatar del olvido consciente, ese libro que escribió el fundador del Ejército Rojo, León Trotsky, contra el pacifista Karl Kautsky, durante las horas más duras de la guerra civil rusa. En Terrorismo y Comunismo, Trotsky señala con claridad que: “El que en principio renuncia al terrorismo, esto es, a las medidas de intimidación y represión con respecto a la contrarrevolución armada, debe renunciar también a la dominación política de la clase obrera, a su dictadura revolucionaria”.
Los verdaderos internacionalistas, que luchamos por la destrucción del aparato militar genocida de la burguesía, no podemos esperar que esta clase corrompida y parasitaria nos entregue pacíficamente sus armas, sabemos que una guerra civil es inevitable, y que esta produce y hace uso del terror. Seguramente se nos dirá que nuestros métodos no se distinguen, entonces, de los métodos terroristas de la burguesía. A esta objeción Trotsky responde: “El terror del zarismo estaba dirigido contra el proletariado. La policía zarista estrangulaba a los trabajadores que luchaban por el régimen socialista. Nuestras comisiones extraordinarias fusilan a los grandes propietarios, a los capitalistas, a los generales que intentan restablecer el régimen capitalista. ¿Percibís este… matiz?”.
Ahora bien, esta sería también otra diferencia evidente entre el verdadero bolchevismo y el maoísmo polpotiano de Sendero Luminoso. Como Trotsky indica, la Revolución de Octubre triunfó casi sin derramamiento de sangre, dejando en libertad incluso algunos generales con solo su palabra de honor. La guerra y el terror lo inició la burguesía que buscó derrocar al joven Estado Obrero, forzándolo a defenderse con todos los medios a su disposición, llegando efectivamente a fusilar contrarrevolucionarios desarmados. Otra cosa es lo que hizo Sendero, colocando coches-bomba en calles transitadas, o asesinando niños y mujeres campesinas como sucedió en Lucanamarca, decisiones que se tomaron por fuera de algún organismo revolucionario de masas.
Debemos rechazar, por tanto, no solo los fines reformistas de los dirigentes de Sendero Luminoso sino también sus métodos estalinistas de asesinato político, por los cuales venimos planteando que sean juzgados por un tribunal obrero internacional. Sin embargo, debemos también evitar mezclarnos con los reformistas que se han unido a la campaña de persecución y terror del Estado burgués contra el MOVADEF. Efectivamente, en las últimas semanas hemos visto como incluso agrupaciones supuestamente trotskistas han callado o se han pronunciado solo para atacar a esta organización maoísta, sin denunciar el encarcelamiento de sus militantes y la delirante ley fascista que se ha promulgado para cremar sus cadáveres, que se suma a la destrucción del “Mausoleo del Terror” y la ley montesinista contra la “apología del terrorismo” que sigue vigente sin protesta, y que podría justificar incluso el procesamiento del autor de este artículo.
Y es que no se puede evitar que los “socialistas” opuestos al armamento del proletariado terminen sosteniendo el armamento de la burguesía, no solo respaldando la persecución de exguerrilleros desarmados o fallecidos, sino aliándose abiertamente con terroristas de Estado como Yehude Simon, el verdugo de Bagua; todo en nombre de la sacrosanta “unidad de la izquierda”, que no podemos criticar a menos que queramos que el canciller fugaz, que sabe cosas que no puede demostrar, nos acuse de ser también un invento de la CIA.