Suspensión perfecta de labores = Despidos masivos
Si nos pidieran elegir cómo morir, si de hambre o de coronavirus, los trabajadores elegiríamos el virus, como lo dijeron los “ferieros” y “cirqueros” que se manifiestan a las afueras del Palacio Nacional en México, expresando que prefieren contagiarse de coronavirus Covid-19 y protestar “a morirse de hambre” ante no poder instalar sus ferias y circos y tener ingresos.
Pero ni eso podemos elegir en Perú, porque este Estado burgués nos condenó a la inanición, no sólo por el confinamiento obligatorio con toque de queda incluido, que no permite salir a trabajar a los informales y a los formales independientes (ambos viven del día a día), sino porque ha dado el puntillazo con la última ley de despidos masivos de los trabajadores formales dependientes, escondido en lo que llaman “suspensión perfecta” de la relación laboral.
Ya en el primer trimestre del año el empleo formal disminuyó un 4%, según el INEI, esto es, sólo en la ciudad de Lima 120 mil 900 personas perdieron su puesto laboral formal. Recordemos que desde el 16 de marzo estamos en aislamiento obligatorio decretado por el gobierno, dizque para protegernos del Covid-19. La propia ministra de trabajo ha reconocido que debido a ello no se renovaron 80 mil contratos de trabajo a plazo fijo. Tenemos que decir que nuestra legislación laboral ya había liquidado prácticamente la estabilidad laboral, permitiendo contratar a personas por tiempo determinado, sin obligación por parte del empleador a renovar el contrato a ese trabajador. Por eso, a los trabajadores contratados hasta marzo de este año, simplemente no se los volvió a contratar, sin consecuencia alguna para el empleador.
Pero todavía quedaban los trabajadores que en el país tienen contratos laborales a plazo indeterminado, es decir, con estabilidad laboral, esos que son un problema para los empresarios de la CONFIEP, agrupación que pedía “permiso” para despedirlos de una vez. Bueno, entonces el gobierno les dio su Decreto de Urgencia N° 038-2020, que les permite suspender la relación laboral, de manera perfecta para el empresario, porque suspende tanto la obligación del trabajador de laborar como la obligación del empleador de pagarle (por eso se llamará “suspensión perfecta”, ¿no?).
Un momento. Esta suspensión perfecta no es invento del coronavirus, ya existía en nuestra legislación desde el D. L. 728, decretado por Fujimori en 1997. Esta “Ley de Productividad y Competitividad Laboral” en su artículo 15 ya permitía que el empleador pueda suspender la relación laboral con sus trabajadores sin autorización previa en caso fortuito o de fuerza mayor hasta por un máximo de 90 días. Algunos empresarios apurados ya han usado esta legislación en esta crisis del coronavirus.
Sin embargo, este nuevo Decreto de Urgencia N° 038-2020 regula la suspensión perfecta de la relación laboral para el caso concreto de esta situación de pandemia. Establece que el empleador unilateralmente pueda suspender el pago de la remuneración a sus trabajadores siempre que por la naturaleza del trabajo no exista la posibilidad de hacer trabajo remoto o que la empresa esté financieramente en riesgo, que no tenga liquidez para realizar esos pagos. Claro, antes tiene que haber agotado la negociación con los propios trabajadores para tomar otras medidas que no signifiquen la suspensión perfecta, como las vacaciones adelantadas, disminución de la remuneración, etc., es decir, todo lo desfavorable para el trabajador o trabajadora, porque al confinamiento no se le puede llamar vacaciones y disminuir aún más los salarios no es opción. Pero, los expertos dicen que hay “consecuencias favorables” para los trabajadores, puesto que este decreto libera otros fondos (que no lo hacía el D. L. 728), como CTS, fondo de AFP y hasta un bono.
Sin embargo, la precariedad laboral actual no permite que aún los trabajadores con estabilidad laboral tengan en sus cuentas de CTS (compensación de tiempo de servicios) grandes montos, y aún si lo tuvieren, se les permite retirar sólo una remuneración mensual cada mes. En caso que su cuenta CTS no tenga fondos, el empleador debe depositarle lo que corresponde al mes de mayo. De esta forma, el trabajador o la trabajadora debe paliar su hambre y el de su familia con sus propios recursos, porque la CTS es del trabajador, no del empleador, como lo es también el fondo de su AFP. El gobierno bien bueno les permite retirar 2 mil soles, por una sola vez, de ese fondo. En el colmo de la bondad, también se ha decretado que puedan seguir recibiendo las prestaciones de ESSALUD, ahora que toda atención está restringida para casos de coronavirus o de emergencias (si tienes una infección a los riñones, por ejemplo, eso no es emergencia, no te atienden). Y los regalos siguen viniendo: también hay un bono para las y los trabajadores de las microempresas que ganen menos de 2,400 mensuales de 760 soles mensuales, ¡menos de un sueldo mínimo!
No es una novedad para la clase trabajadora que el soporte de la economía de un país esté en nuestros hombros, que la formalización laboral sea a costo del recorte de derechos (contratos a plazo del D. L. 728, contratos de formación laboral, régimen agrario, etc.) ni que el costo de las crisis también lo soportemos nosotros y nosotras, estamos hartos de eso. Ahora además tenemos que contemplar absortos como el Estado peruano destina 30 mil millones de soles para préstamos que beneficiarían a las empresas afectadas por el Covid-19. Se trata del programa “Reactiva Perú”, que beneficiaría a unas 350 mil empresas. El periodo de gracia de la garantía es de hasta 12 meses con un plazo de pago de hasta 36 meses. Aún no se han precisado las tasas de interés. Nuevamente, salvan a las empresas pero no a la clase trabajadora, que sostiene a esas empresas.
Los trabajadores informales del día a día, los trabajadores formales independientes también del día a día, los trabajadores formales dependientes con contratos fijos que no nos han renovado del contrato, los trabajadores formales con estabilidad laboral con suspensión perfecta, los trabajadores que aún trabajamos y recibimos sueldos de miseria no aguantamos más, saldremos a las calles, como los cirqueros de México, como los pobres de Colombia, como los trabajadores del sur de Italia, como ya en otras partes del mundo, porque es la única manera de acabar con todas estas injusticias, porque es la única manera de asegurar que se expropie sin pago y bajo control obrero a las grandes empresas que tienen todos los recursos para que se cumplan nuestros elementales derechos a la vida, a la salud, a la educación. Si no lo hacemos, no nos matará el virus sino el hambre.
Debemos retomar nuestras mejores tradiciones de lucha, recordando que la Revolución Rusa triunfó en los años de la pandemia de la “gripe española”, una infección 100 veces más mortífera que el Covid-19 y que mataba principalmente jóvenes a diferencia del coronavirus que es letal sobre todo en ancianos y enfermos crónicos. Debemos recordar también que en enero de 1919 los obreros y estudiantes peruanos conquistaron las ocho horas y la reforma universitaria movilizándose en las calles a pesar de que sabían que podían ser parte de los 53 mil fallecidos en Perú por esta pandemia. Y hoy es incluso mucho menos complicado que ayer, ya que se podría aislar solo a ancianos y enfermos en las propiedades inmuebles confiscadas a la burguesía, dejando a la juventud libre para trabajar y luchar.
Los burócratas sindicales y oportunistas parlamentarios no quieren reconocer esta verdad elemental y siguen sosteniendo la militarización del país. Contra ellos debemos seguir impulsando la revolución socialista mundial y la refundación de nuestro partido, la Cuarta Internacional.