¿Es China una potencia imperialista?
La productividad del trabajo y no el simple volumen de producción es el verdadero indicador del progreso económico[1]. Por ejemplo, supongamos que tenemos dos fábricas de calzado, cada una de ellas con unos 1000 trabajadores. Aparentemente las dos fábricas son iguales y deberían producir la misma cantidad diaria de zapatos, sin embargo, esto no es así necesariamente. Si una fábrica cuenta con máquinas más modernas y obreros más capacitados, es decir, con una mayor productividad del trabajo, es posible que produzca mucho más que la otra fábrica, a pesar de contar con el mismo número de trabajadores. Ahora bien, ¿habría alguna forma de que la fábrica más anticuada produzca al día el mismo volumen de zapatos que la más moderna? Sí, siempre y cuando contrate más trabajadores, digamos unos 500 más. Pero al hacer esto sus costos aumentarán porque tendrá que pagar más salarios sin mejorar tampoco la calidad de su producto, quedando en desventaja frente a la fábrica con mayor productividad del trabajo, con el riesgo incluso de quebrar ante la competencia.
Algo similar a nuestro ejemplo ocurre con las naciones. El PBI o Producto Bruto Interno es como el volumen de producción de un país medido en valores monetarios. Sin embargo, lo decisivo para una economía no es el PBI sino la productividad del trabajo de la que casi nadie habla. Por ejemplo, según el Banco Mundial en el año 2014 Argentina obtuvo un PBI mayor en 30 mil millones de dólares a Noruega[2], sin embargo, ni al más ferviente kirchnerista se le ocurriría decir que Argentina es una potencia económica como Noruega. La diferencia entre un país atrasado y un país avanzado no la mide entonces el PBI sino la productividad del trabajo: en el 2014 Noruega cuadriplicó la productividad laboral de Argentina[3]. Ahora bien, ¿cómo consigue Argentina con una productividad del trabajo tan baja producir en un año mucho más bienes y servicios que Noruega? De la misma forma que, en nuestro ejemplo, la fábrica anticuada igualó a la fábrica moderna en volumen de producción: contratando más trabajadores. En el 2014 Argentina contaba con una población de 42 millones de habitantes frente a los 5 millones de noruegos contabilizados el mismo año[4]. A mayor población, mayor PBI, pero no mayor productividad ni progreso económico.
En todo país atrasado abundan empresas poco eficientes que no pueden ni soñar competir exitosamente con alguna transnacional europea, japonesa o norteamericana. Estas empresas de segunda categoría contribuyen al crecimiento del PBI pero delinean a su vez el atraso y dependencia económica del mundo colonial y semicolonial. Sin embargo, gracias al desarrollo desigual y combinado, los países atrasados también reciben inversiones de los países avanzados que insertan, en un mar de empresas nacionales chatarra, filiales de transnacionales con una altísima productividad del trabajo. Por ejemplo, en Argentina existe una de las sucursales de la noruega Norske Skog, la más grande productora de papel periódico del mundo[5]. La dialéctica de la economía mundial hace posible, entonces, que los países atrasados cuenten con tecnología de punta y en algunos casos lideren incluso el ranking mundial del PBI, debido a su vasta población laboral. Este es el caso de los países que la prensa burguesa abrevia como BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; países con una población y un PBI gigantescos[6], con enclaves de progreso económico, pero finalmente con una bajísima productividad del trabajo, inferior a países semicoloniales como Chile, Polonia o Irán.
Bajo la fase de decadencia del capitalismo caracterizada por los monopolios y la especulación financiera, la productividad del trabajo en términos históricos y mundiales se ha estancado: el progreso inestable de algunas ramas de la producción industrial no ha podido compensar el brutal e insuperable atraso tecnológico y educativo de los países donde sobrevive la inmensa mayoría de la población del planeta. Por esta razón, el capital financiero tiende a invertir más en operaciones especulativas (contratos de “futuros”, compras y ventas de empresas, etc.) que en nuevas inversiones productivas. Cuando se trata de estas últimas, el capital financiero es muy selectivo: solo se hace accionista mayoritario de las transnacionales con mayor productividad del trabajo, con el fin de obtener ganancias más estables. En los demás monopolios se ubica como accionista minoritario (“administración pasiva”), dejando el control formal en manos de capitalistas menores e incluso de Estados semicoloniales financiados por la banca imperialista[7]. Este es el caso también de los BRICS y sobre todo de China “cuyas” transnacionales son estatales y están ubicadas principalmente en el único sector donde la productividad del trabajo retrocede en lugar de avanzar[8]: minería e hidrocarburos[9].
Estas transnacionales “chinas” engañan fácilmente al pequeñoburgués superficial, que ve en ellas la prueba “decisiva” del supuesto carácter imperialista del país más poblado del mundo. Lo cierto es que estas mineras y petroleras no están sostenidas por el inexistente “capital financiero chino” sino por una banca ESTATAL[10] súperendeudada con el FMI[11]. Estas mineras y petroleras “chinas” asentadas en el África o América Latina, orientan sus exportaciones primarias hacia las transnacionales yanquis, europeas y japonesas que explotan la mano de obra de las costas del país asiático, dejando a la producción nacional agraria e industrial, en su milenario atraso. La expropiación de la burguesía posterior al triunfo de la revolución china de 1949 no condujo a superar radicalmente este atraso debido a los límites del “socialismo en un solo país” impuesto por la burocracia estalinista. Peor aún, con la restauración del capitalismo, preparada con el pacto Nixon-Mao de 1972 y desarrollada en el gobierno de Deng Xiaoping, la economía china retrocedió y su productividad del trabajo descendió a los niveles que se encuentra en la actualidad, por debajo de Tailandia, Perú o Palestina[12].
¿Es China entonces una potencia industrial y financiera que importa materias primas desde “sus” zonas de influencia y exporta a ellas capital? No. China solo es el primer intermediario de los enredados y oscuros negocios de los banqueros de Wall Street.
Notas
[1] “[La misión histórica del régimen de producción capitalista] consiste en hacer que florezca, que avance de manera radical, en progresión geométrica, la productividad del trabajo humano. Es infiel a su vocación en cuanto, […] interpone obstáculos ante el desarrollo de esa productividad. Con ello demuestra sencillamente, una vez más, que entra en su periodo senil, y que se sobrevive a sí mismo, cada vez en mayor medida”. Carlos Marx, El Capital (tomo 3), Editorial Cartago, 1973, p. 280.
[2] Banco Mundial, “PIB (US$ a precios actuales)”, 2014.
[3] World Bank, “GDP per person employed (constant 2011 PPP $)”, 2014.
[4] Banco Mundial, “Población, Total”, 2014.
[5] Noruega, “Empresas noruegas con representación en Argentina”, s/f.
[6] Es interesante observar que la China y la India ya desde el siglo XIX eran “potencias mundiales” según el PBI, ocupando el primer y segundo lugar respectivamente. Agnus Maddison, “The World Economy”, 2001.
[7] El caso de Chile es emblemático: por casi 20 años el militar proyanqui Pinochet no privatizó el cobre y aún hoy la empresa estatal CODELCO posee la tercera parte del mineral y es la compañía cuprífera más grande del mundo.
[8] Esto se debe a la pérdida progresiva de la llamada “fertilidad” del suelo minero, que muchas veces avanza a un ritmo superior al progreso técnico de la industria extractiva.
[9] Este es el caso de la estatal “China Minmetals” que está detrás del proyecto cuprífero “Las Bambas”, la inversión minera más grande del Perú (10 mil millones de dólares). Zona Obrera, “¡Viva la lucha de los campesinos pobres contra las grandes mineras extranjeras!”, 5-10-15.
[10] Confundir el verdadero capital financiero con la inversión estatal es propio únicamente del revisionismo antimarxista más vulgar: “La frase de Mussolini: ‘Las tres cuartas partes de la economía italiana, industrial y agrícola, están en manos del Estado’ (26 de mayo de 1934), no debe tomarse al pie de la letra. El Estado fascista no es propietario de las empresas, no es más que intermediario entre los capitalistas. ¡Diferencia apreciable!”. León Trotsky, “La revolución traicionada”, 1936.
[11] Algunos se dejan impresionar además con la parte de la deuda pública norteamericana comprada por el Estado chino, olvidando que ésta representa solo una pequeña fracción del total y que países como Brasil, Irlanda o México también poseen parte de esta deuda. Por otro lado, se olvida también que el Estado chino está sobreendeudado con diversos organismos que responden finalmente a los banqueros de Wall Street, como el FMI. Banco Mundial, “Uso de créditos del FMI (DOD, US$ a precios actuales)”, 2014.
[12] Banco Mundial, artículo citado.