Haití: la farsa electoral de la ocupación imperialista
El proletariado negro del Caribe se levanta contra el hambre y la opresión nacional…
Haití es un país centroamericano que junto a República Dominicana ocupa la isla de Santo Domingo, en el mar del Caribe. La historia de ambos países es inseparable. Sin embargo, Haití destaca por ser cuna de la única rebelión de esclavos triunfante de la Historia, doscientos años atrás. Esa tradición revolucionaria se mantiene viva hasta el día de hoy a pesar de que el imperialismo se haya vengado imponiendo la ocupación militar por lo menos desde 1915. Haití no es entonces un país semicolonial más sino una auténtica colonia (como Puerto Rico o Panamá) bajo la fachada de la intervención “humanitaria” de la ONU. Haití es definitivamente la Palestina de América Latina.
Los esclavos insumisos de Haití se han levantado cientos de veces contra la ocupación imperialista. Las luchas en la década de los 80’s contra la dictadura de los Duvalier fue un elemento fundamental del proceso revolucionario latinoamericano que tuvo en Nicaragua su cima. Sin embargo, así como Fidel Castro y la izquierda reformista traicionaron la revolución nicaragüense, así garantizaron la ocupación de Haití dando su apoyo Aristide, seguidor de la “Teología de la Liberación” y representante de la burguesía negra local (“Grupo de Bourdon”[i]). Aristide ganó las elecciones de 1990 pero fue derrocado al año siguiente para ser luego restituido en 1994 gracias a la intervención militar de los EEUU. Ya como su sirviente declarado, Aristide fomentó el endeudamiento[ii] y las privatizaciones; incluso llegó a disolver el ejército que desde entonces no existe para Haití. Su frase fue: “pasar de la extrema miseria a una pobreza digna”[iii]. Luego de dejar el cargo en manos de su partidario Préval, volvió a fungir de administrador colonial desde el 2001 orientándose hacia el chavismo. EEUU decidió entonces despedirlo del cargo organizando desde las sombras una insurrección fascista que abrió las puertas para una nueva invasión yanqui el 2004[iv], secundada por tropas aliadas (Francia, Canadá, Italia) y cipayas (Brasil, Chile, Ecuador, Argentina, Perú, etc.).
El imperialismo usó entonces a los gobiernos de izquierda de Brasil, Chile y Argentina para legitimar la ocupación del país más pobre de la región. Rafael Correa reafirmaría la participación de Ecuador iniciada con Lucio Gutiérrez[v], y el 2006 Evo Morales introduciría a Bolivia en la “Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití” (MINUSTAH)[vi]. Si bien la Venezuela de Chávez no envió tropas, negoció con el gobierno cipayo su inclusión en Petrocaribe y el ALBA de la mano de la nueva Cuba capitalista. Este es pues el verdadero rol de la burguesía bolivariana a los pies del imperialismo más allá de algunas disputas sobre porcentajes del saqueo de nuestras naciones. Es el mismo rol criminal que han jugado al apoyar a Gadafi y Al-Assad contra la revolución proletaria árabe y al Maidán o a Putin contra la resistencia antifascista ucraniana. Desde entonces las masas de Haití vienen sufriendo la más honda opresión nacional, el hambre y las enfermedades mortales traídas con la ocupación. Nuevos levantamientos se han sucedido agudizados por catástrofes naturales y desde octubre del año pasado se ha abierto un proceso revolucionario contra la farsa electoral montada por el gobierno de Martelly, que se ha visto obligado a renunciar. Si bien sectores atrasados de la población apoyan la candidatura burguesa de Celestin (opositor) contra la de Moise (oficialista), las demandas centrales de la juventud negra explotada son el fin del desempleo y la ocupación extranjera[vii].
La izquierda reformista está planteando nuevamente el regreso de Aristide “para poner freno a las movilizaciones”[viii]. Contra esta política socialcolonialista los trabajadores de Haití deben conquistar su armamento para derrotar a la policía cipaya y expulsar a las tropas imperialistas de ocupación y sus transnacionales. Para ganar a la pequeñaburguesía empobrecida, el proletariado debe levantar consignas democráticas como la lucha por una Asamblea Constituyente y la conquista de una República soberana e independiente. Sin embargo, es fundamental que pongan en pie sus propios organismos revolucionarios, convocar ya un gran Congreso de todos los explotados con delegados revocables que centralicen esta lucha contra el hambre y la ocupación. De esta manera se prepara el camino para la toma del poder y el reimpulso de la revolución socialista latinoamericana, esta vez, contra todos esos gobiernos bolivarianos que están colaborando con la ocupación de Haití. De esta lucha debe ser parte también el proletariado negro y latino de los EEUU y de Europa, debe conquistarse también la unidad con las revoluciones abiertas en el África Negra y en el Mundo Árabe. Sin embargo, estas enormes tareas históricas de liberación no pueden dejarse en manos de oportunistas y aventureros; la vanguardia honesta y revolucionaria de Haití debe agruparse bajo las banderas de la Cuarta Internacional que contiene el único programa que puede llevarlos a la victoria contra las trampas del imperialismo y sus lacayos sindicales.
¡El fuego sigue ardiendo, la revolución de los esclavos debe triunfar!
¡Proletarios de todos los países, uníos por la refundación de la Cuarta Internacional!
Notas
[ii] En el 2014 la deuda pública externa alcanzó los 1700 millones de dólares: