¡ABAJO EL GOBIERNO Y EL CONGRESO PATRONAL!

Dina Boluarte

Dina Boluarte viajó a Ayacucho, a la escena misma del crimen, esperando con dulces ganar popularidad y lo que recibió fue un merecido abucheo y jalón de pelos. Sin embargo, su destino final no puede ser otro que la cárcel, junto con los oficiales del Ejército y la Policía que ordenaron el asesinato de casi un centenar de pobladores desarmados del centro, sur y del norte del Perú.

Y es que, bajo la actual dictadura bonapartista, Dina sola es la vocera circunstancial de la casta de oficiales de las Fuerzas Armadas, que representan la columna vertebral del Estado burgués peruano, cuya única función real es proteger los intereses de una minoría de parásitos capitalistas nacionales y extranjeros. Esto es lo que deben comprender los millones de obreros y campesinos pobres que seguirán siendo explotados y asesinados en las calles, mientras que este aparato militar-policial de la muerte no sea destruido de raíz.

Pero a diferencia de los anarquistas, los trotskistas no planteamos la anarquía, sino un nuevo orden, un nuevo poder, un nuevo ejército. Es por esto fundamental para los revolucionarios impulsar la autoorganización del proletariado, no solo en sindicatos sino en comités de lucha y en organismos como las Zonas, embriones de soviets, es decir, de organismos revolucionarios de masas. A la falsa democracia burguesa le seguirá entonces la democracia obrera, es decir, la dictadura de la mayoría trabajadora sobre la minoría capitalista que hoy tiene el poder.

Sin embargo, no basta plantear esto para ser un verdadero revolucionario. Es necesario sostener la lucha permanente hasta la destrucción del capitalismo a nivel mundial, ya que solo con su extensión global es que el socialismo podrá dar frutos. El fracaso del estalinismo y su “socialismo en un solo país” es un hecho irrefutable de la Historia que los obreros no pueden repetir. Por esta razón, es que planteamos también la centralización de los obreros revolucionarios en un solo partido socialista mundial, es decir, peleamos por la refundación de la Cuarta Internacional, el partido que puso en pie Trotsky y sus camaradas para combatir tanto a los partidos burgueses como a los reformistas y estalinistas.

Lo acontecido en Ayacucho contra Dina, la Asesina, muestra que la llama de la lucha sigue viva, es solo cuestión de tiempo para que se reorganicen las fuerzas del pueblo pobre y con los obreros industriales a la cabeza, asfixiados por la recesión, se desate su movilización revolucionaria, que como los ríos profundos del Perú, cuando su caudal crece nadie los puede detener.

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