¡La empresa privada y la corrupción matan!

Como si no hubiera sido suficiente la matanza reciente de niños, jóvenes y ancianos en el Real Plaza, ahora somos testigos de un nuevo crimen, esta vez a manos de la farmacéutica Medifarma. Y es que así funcionan los monopolios capitalistas, causando muertes con total impunidad, mientras se embolsican millones de dólares, lucrando con la alimentación y la salud de la población trabajadora.
Como se sabe, el suero de Medifarma con un exceso mortal de sodio fue distribuido desde enero, con el aval del organismo estatal DIGEMID, pero solo dos meses después se reconoció que era defectuoso, dejando hasta el momento cinco personas fallecidas y otras en estado grave. Ahora los dueños de Medifarma, los Picasso Candamo, una de las familias más ricas del país, han echado a la hoguera a dos de sus trabajadores, como chivos expiatorios de su negligencia criminal, esperando así librarse de la cárcel y las indemnizaciones.
En esto también tienen responsabilidad las clínicas Sanna, perteneciente a la corporación de Dionisio Romero, otro de los hombres más ricos, dueño del Banco de Crédito del Perú y de Pacífico Seguros. Y si recordamos que en febrero fue el desplome del patio de comidas del Real Plaza de Trujillo, propiedad de Carlos Rodríguez-Pastor (Interbank), tenemos entonces que, en solo dos meses, tres de las familias más ricas del Perú han sido responsables de casi un centenar de muertes como resultado de su avaricia capitalista.
Y es que así funciona el capitalismo realmente existente, no ese capitalismo imaginario de Adam Smith y su mano invisible, ni el que publicitan los economistas nobeles vendidos a Wall Street. Así funciona, con muertes e impunidad como resultado de su libertad para lucrar con la salud de millones de personas. ¿De esta “destrucción creativa” nos hablaban? ¿de cómo crear riqueza destruyendo vidas inocentes? Esto lo vimos también durante la pandemia, cuando el monopolio farmacéutico de Interbank subió los precios de fármacos e implementos clave, conduciendo directamente a la muerte de miles de trabajadores que no podían pagarlos, sin recibir de parte de la justicia capitalista ninguna sanción.
Y no se crea que esto solo sucede en Perú. Recientemente fue revelado que la transnacional alemana Grünenthal, de origen nazi, habría sobornado a médicos de toda América Latina para ocultar que su opiáceo Tapentadol es altamente adictivo, teniendo como prontuario la muerte o mutilación de cerca de 100 mil recién nacidos a manos de su sedante Talidomida, creado bajo la supervisión de especialistas nazis, fármaco con el que ganaron millones de dólares sin pasar por prisión. Y es que la putrefacción del capitalismo no se limita al tercer mundo, sino que arroja pus en todas partes incluso en el puñado de potencias que dominan el planeta.
Hace tres años, Repsol derramaba 11 mil barriles de petróleo en el mar peruano, marcando un hito en la historia global de desastres ambientales. Sin embargo, probablemente Netflix no haga una serie con esto, y se siga difundiendo la mentira de que el capitalismo es el “bien mayor” según los más cínicos, o el “mal menor” según los más escépticos. Lo cierto es que la experiencia socialista demostró, hasta la traición de Stalin y sus burócratas, no solo ser viable sino la única medida realista de salvación frente a la catástrofe a la que nos conduce inevitablemente el actual sistema económico.
Aquí la medida inmediata de emergencia es la estatización sin pago y bajo control obrero de todas estas grandes empresas criminales y el juicio y encarcelamiento no solo de sus gerentes sino sobre todo de sus dueños, como Dionisio Romero, financista abierto de la mafia fujimorista. Y a la cárcel también deben ir, por supuesto, los funcionaros corruptos de DIGEMID y del Ministerio de Salud, y con ellos la Presidenta de la República y el 90 % de los congresistas, miembros del Tribunal Constitucional, de la Junta Nacional de Justicia, del Poder Judicial, de la Fiscalía, de la Policía, de las Fuerzas Armadas, etc. ¡Todo el Estado burgués está podrido!
Solo con la revolución socialista podremos no solo hacerles justicia a nuestros muertos, sino sobre todo evitar más muertes de inocentes, solo la revolución socialista, que será mundial o no será, podrá salvar a la humanidad del hambre, las guerras, y el Apocalipsis ambiental que nos espera. Que políticos mercenarios y académicos sin escrúpulos sigan defendiendo con mentiras y trucos estadísticos el actual sistema que garantiza las migajas que arrojan los multimillonarios a su mesa; por nuestra parte, los revolucionarios internacionalistas seguiremos firmes combatiéndolos en todos los terrenos hasta la victoria definitiva de un mundo libre de explotados y explotadores.