Efectivamente, el llamado “costo de vida” es capitalista en la medida en que se produce bajo este sistema económico mundial. Aquí no se trata de echarle simplemente la culpa a una guerra extranjera (que también es capitalista), ya que el fondo del asunto es la interdependencia global de todas las economías nacionales, bajo un sistema en decadencia que produce con regularidad crisis, guerras y también revoluciones.

Es decir, esa guerra extranjera y “ajena” para muchos, terminó tocando nuestras puertas igual que el virus de China, justamente porque toda la humanidad se encuentra hoy entrelazada y dominada por el capitalismo, en su fase imperialista de monopolio y decadencia. Así, la solución de fondo pasa necesariamente por la destrucción de este sistema y de su Estado policiaco que lo sostiene. La única solución, entonces, al problema del alza del costo de vida es simple y llanamente la revolución socialista mundial.

La prueba indiscutible de que necesitamos una revolución que destruya el Estado burgués, y no una campaña electoral chavista para maquillarlo, es que los gobiernos bolivarianos vienen protegiendo también la propiedad privada de la burguesía justo cuando es más necesario que nunca derribarla. ¿O acaso no se ha restaurado el derecho a herencia en la misma Cuba, donde hasta Odebrecht tiene inversiones? Los bolivarianos están quedando así expuestos como meros guardianes “rojos” de la propiedad privada. No debemos olvidar, precisamente, que el alza del costo de vida fue el motor de la revolución árabe que terminó con la caída del bolivariano Gadafi en Libia y con una guerra civil en Siria contra el genocida Al Assad.

¿Y si esto pasa en Cuba, Venezuela y Bolivia, qué podemos esperar que pase en Perú? Pues aquí la cosa es más simple. Ya que el gobierno de Castillo y Perú Libre, llegó tarde a la historia: no aparecieron en la época de bonanza petrolera de Chávez, sino en de hambruna y entreguismo de Maduro. Se trata, entonces, de un gobierno bolivariano con más oscilaciones (como todo bonapartismo) a la derecha que a la izquierda. Así, podemos explicar cómo es que pasamos de tener un canciller castrista a tener un primer ministro que declara su admiración por las carreteras de la Alemania nazi.

Este es en realidad un gobierno más endeble, derechizado y represivo que el de Humala, que también cautivó a la pequeña burguesía socialista, al punto que hasta los morenistas del PST lo llamaron a votar sin descaro. La principal diferencia, por tanto, entre un gobierno y otro, es que Humala sufrió levantamientos obreros y campesinos que no se han vuelto a repetir (contra Conga, en Lima con las Zonas, etc.). Es decir, lo único que está faltando para terminar de desenmascarar a la burguesía contrarrevolucionaria de Perú Libre es la movilización revolucionaria de las masas. Como será de cierto esto, que Castillo impuso el estado de sitio en Lima a penas el almirante Montoya le avisó que proletarios hambrientos “bajarían de los cerros”.

Es evidente, entonces, que de este gobierno bolivariano marchito no podemos esperar ninguna medida radical contra el alza del costo de vida. Los revolucionarios debemos, entonces, continuar con nuestra tarea de agitación en el movimiento obrero y campesino, llamándolos a movilizarse por la confiscación inmediata de supermercados, farmacias y bancos, para garantizar el pan, las medicinas y los recursos que sus hijos necesitan para no morir. Esta lucha contra el costo de vida capitalista, debe ser el punto de apoyo para el desarrollo de la revolución socialista que podría recomenzar en América Latina, pero que debe continuar en las potencias imperialistas donde está la tecnología necesaria para sacarnos del atraso. Se trata, entonces, de una lucha global contra la hambruna que nos impone este sistema en decadencia.

Evidentemente, esta lucha por el verdadero socialismo, no puede realizarse sin combatir a los falsos socialistas de la boliburguesía, pero sobre todo a sus agentes de clase media dentro del movimiento obrero. Contra socialdemócratas, estalinistas y falsos trotskistas, ahora más que nunca se hace necesario luchar por la refundación de la Cuarta Internacional, y en Perú por la puesta en pie de un verdadero partido obrero revolucionario. Esta es la salida de emergencia contra el hambre que hoy y mañana seguirán padeciendo injustamente las masas explotadas.

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