¡ABAJO TODOS LOS PARTIDOS PATRONALES!

En nuestra pasada editorial advertimos que: “El gobierno patronal de Castillo se ha salvado de la primera intentona de vacancia impulsada por la derecha conservadora, gracias al apoyo de la derecha liberal y de la izquierda burguesa bolivariana”. Lo lógico para el oportunista de Castillo hubiera sido mantener esta alianza, dejando aislada a la derecha conservadora. Sin embargo, el desgaste progresivo del gabinete liberal de Mirtha Vásquez aumentó su temor a ser vacado y, entonces, creyó que poniendo a un conservador como Valer, exmiembro de Renovación Popular, detendría las intenciones de vacancia de López y Keiko, fracasando estrepitosamente.
Es decir, la clave aquí es comprender que si la derecha conservadora hubiera apoyado a Valer, Castillo no lo habría sacado, ya que contaba con el apoyo de Perú Libre (a quien cedió ministerios), y solo habría ofendido a la derecha liberal (“caviar”). Lo que no comprende aún Castillo y su “gabinete en las sombras” es que en el Perú la vacancia presidencial ha pasado de ser excepcional a convertirse en un mecanismo alternativo de acceso al poder. Así, la derecha conservadora quiere vacar a Castillo no porque este sea “comunista”, ese es el discurso; lo quiere vacar porque así accedería más rápido al poder. Por ejemplo, si gobernara López Aliaga, Keiko organizaría su vacancia. Es una lucha por cuotas de poder, no una confrontación de clase o ideologías.
Sin embargo, desde el punto de vista de la burguesía como clase dominante, lo esencial es tener una presidencia fuerte y un parlamento decorativo. Esta es la base para que se impulsen golpes militares que le darían la estabilidad que necesita hoy el Estado burgués para enfrentar las futuras luchas del proletariado. La vacancia presidencial no puede, por tanto, volverse permanente, ya que eso convertiría el actual régimen presidencialista peruano en una suerte de democracia parlamentaria como la de los países avanzados. Esto no puede ser, porque el imperialismo es reacción en toda la línea y necesita dictaduras militares o presidenciales, sobre todo en los países atrasados.
Ahora bien, para resolver el impase creado por la designación de Valer, Castillo ha optado por regresar a la fórmula que lo salvó de la primera vacancia: la coalición entre la derecha liberal (Nuevo Perú, Vizcarra, etc.) y la izquierda patronal de Perú Libre. Con esto Castillo consigue los votos necesarios para sostenerse por un tiempo más, hasta que el gabinete de Aníbal Torres termine a su vez desgastándose, poniéndolo nuevamente en la cuerda floja. La derecha conservadora ha comprendido que no es el momento de vacarlo y ha retrocedido por segunda vez. No obstante, la crisis, no se ha cerrado, solo ha sido postergada.
Las encuestas dicen que la población quiere que se vayan todos, sin embargo, esto no debería ser interpretado como un giro a la izquierda en su conciencia. Lo que sucede es que la clase media bicentenaria, que influye nocivamente en la masa empobrecida, no marchará para defender a Castillo como sí marchó para defender a Vizcarra. La incompetencia de Castillo y su origen izquierdista lo vuelve intragable para la pequeña burguesía que venía sosteniendo presidencias como la del banquero PPK o la del empresario Vizcarra bajo el verso de luchar contra el fujimorismo. Nosotros ya habíamos advertido, en agosto del año pasado, que la clase media bicentenaria no se movilizaría en apoyo a Castillo:
“Lo más probable, sin embargo, es que Castillo sea vacado por el Parlamento, así como sucedió con Vizcarra, pero con consecuencias muy distintas. Contra la vacancia de Vizcarra se movilizó la clase media de Lima bajo consignas reaccionarias como ‘por la estabilidad y la gobernabilidad’; contra la vacancia de Castillo se movilizarían, por el contrario, las masas de obreros y campesinos pobres de provincias, con consignas por la Asamblea Constituyente, la reforma agraria y el aumento de salarios, consignas que reflejan sus falsas ilusiones en este gobierno”.
Sin embargo, la situación hoy es peor, porque el gobierno de Castillo se ha derechizado y desgastado tanto en tan poco tiempo, que es poco probable que en su defensa se movilicen los obreros y campesinos que, engañados por sus dirigentes, votaron por él. Como muestran las encuestas, no son las masas las que sostienen hoy a Castillo, sino la burguesía representada en la esperpéntica coalición política que encabeza Aníbal Torres.
La única salida posible para la crisis actual no pasa solo por la caída del Gobierno y el Congreso, sino también de todas las instituciones políticas de la burguesía: de su justicia corrupta, de su SUNEDU privatista, de su policía asesina. Con Castillo o con Cerrón o con cualquier otro, Repsol seguirá impune saqueando y destruyendo la nación. Solo con la revolución socialista será posible resolver las más sentidas demandas de las masas.
Los reformistas, que siembran y cosechan en ellas falsas ilusiones, deben ser combatidos sin piedad. Para esto los revolucionarios deben unificar sus fuerzas, poniendo en pie en Perú un verdadero partido obrero revolucionario, como sección de la Cuarta Internacional que, tarde o temprano, refundaremos.